Desde el comienzo de
la era informática los terminales de salida de información de los ordenadores
han ido mejorando considerablemente. Al principio sólo comprendían una simple
impresora, luego aparecieron las pantallas de visualización en las que los
datos aparecían con mucha mayor rapidez que en una impresora. Pero estos
primeros sistemas de visualización presentaban numerosos inconvenientes: el más
grave consistía en lo largo y enojoso de examinar en gran número de datos
expresados en forma de palabras y frases, es decir, codificados en caracteres
alfabéticos y numéricos en continua sucesión temporal. Este sistema no es capaz
de aprovechar la extraordinaria capacidad que tiene la visión del ser humano
para localizar rápidamente algo especialmente interesante situado en un espacio
de disposición compleja. Hasta entonces, el sector de los sistemas de
información habían dominado las modalidades alfanuméricas. Pero la situación
fue cambiando y aparecieron, sobre todo en el mundo empresarial, planteamientos
nuevos en los que se reclamaba ver “información” y no simplemente “datos”;
entendiendo por “información”, las curvas de tendencias o los gráficos de
barras. La posibilidad de utilizar pantallas de más resolución, así como la
disponibilidad de mejores programas de tratamiento de imagen permitieron nuevas
formas de presentar la información, con las que era posible que la pantalla del
ordenador mostrara imágenes analógicas de los ítemes disponibles. De esta forma
se permitía una interacción persona-máquina más , en la que el usuario el
proceso que siguen los datos que maneja. La realización de un sistema de
imágenes interactivas requería dos progresos: la mejora de las pantallas y la
disponibilidad de memorias electrónicas de gran capacidad. Se puede considerar
que los verdaderos multimedia tienen su comienzo en 1978 cuando el Architectrue
Machine Group del Massachesetts Institute of Technology presentó el primer
sistema combinado de ordenadores y videodiscos. El grupo de arquitectura de
máquina del MIT diseño lo que denomiban SDMS (sistema de gestión especial de
los datos), sistema basado en explorar las posibilidades de las imágenes como
representación espacial para acceder a la información almacenada en bases de
datos electrónicas. Los datos se buscaban en un gráfico representado
visualmente en pantalla, en vez de solicitarlos mediante una serie de órdenes
escritas –verbales y numéricas-. El sistema partía de la especial aptitud del
ser humano para localizar rápidamente y de modo preciso los objetos en el
espacio. En el experimento se utilizaba una habitación especialmente diseñada,
en la que una de las paredes se había sustituido por una gran pantalla formada
por una placa de cristal “deslustrado”, sobre la que se podían proyectar
imágenes desde la habitación contigua. Frente a esta pantalla se situaba un
sillón para el usuario con dos pequeñas palancas y una tecla sensible en cada
uno de los brazos del sillón y a ambos lados del usuario unos monitores de
televisión con pantalla táctil. En cuanto al sonido, ocho altavoces situados en
las paredes rodeaban al sujeto y un micrófono permitía al usuario dar órdenes
al sistema. Uno de los dos monitores ofrecía un “menú” analógico de
aplicaciones disponibles. Mediante las palancas, o directamente con el dedo, el
usuario “se desplazaba” a través de las imágenes y las seleccionaba,
apareciendo entonces lo seleccionado en la pantalla mural. El tamaño de la
imagen podía regularse a voluntad mediante un mando tipo zoom.
El segundo
monitor tenía como función facilitar el manejo de la información
correspondiente al objeto seleccionado, por ejemplo podía mostrar el índice de
materias de un objeto tipo libro. El SDMS constituyó una alternativa al acceso
habitual a los datos en una base simbólica, pero en ningún momento se planteó
la utilización de la imagen interactiva como un sustituto, sino como un
complemento del uso de los teclados. Como consecuencia de las investigaciones
del Architecture Machine Group se desarrolló una serie de aplicaciones, siendo
la más popular el de Aspen. Para realizar el que sería el primer multimedia se
grabaron en soporte cinematográfico las calles de la ciudad de Aspen (colorado)
Filmando cada calle en las dos direcciones y con una cadencia de un fotograma
por metro real de la calle. Al montar en un videodisco los segmentos de calle
rectos y en otro videodisco las curvas, el ordenador permitía la sensación de
estar conduciendo. Se podía mirar por la ventanilla, parar delante de un
edificio, entrar, o volar en helicóptero sobre mapas “reales” e ir dejando una
huella sobre el camino recorrido que permitiera el regreso. La meta a conseguir
era la interacción total, en tiempo real, entre el usuario y el sistema de
tratamiento de los datos, como si éste se tratara de un auténtico interlocutor;
pero un interlocutor sumiso y obediente a las instrucciones que el usuario le
suministre por medio de sus dedos, de sus ojos, o de su voz. En EEUU, en 1979,
se producen las primeras aplicaciones comerciales de video interactivo: General
Motors instaló 12.000 unidades de videodisco industrial en su red de distribuidores.
Y en 1980, Pioneer saca al mercado su primer reproductor LaserDisc de tipo
doméstico. A principios de los años 80 se inició el desarrollo de equipos para
almacenar información en formato óptico, este tipo de tecnología supuso la
posibilidad de almacenar una mayor información en un espacio menor, y por lo
tanto un paso imprescindible para el almacenamiento de imágenes en soporte
informático. Al soporte desarrollado se denominó videodisco y aportaba una
importante característica para el desarrollo posterior de los multimedia, y es
que su lector era fácilmente controlable por medio de un ordenador.
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